lunes, diciembre 29, 2008

La Tercera Cultura

Por Armando Euceda

Cuando en 1959 el inglés C. P. Snow publicó su ensayo acerca de “Las dos Culturas”, definió una polarización de la sociedad en dos componentes, una científica, fundamentada en las ciencias naturales, y otra intelectual, y las describió aisladas. La lluvia de críticas que siguió no se hizo esperar. Algunos trataron de acercar las divergencias ofreciendo un tercer enfoque al que se llamó “La tercera cultura”.

Snow había tocado un nervio vital del tejido social que resaltaba un contraste de formas de pensamiento y la idea, repelida, pasó al olvido por más de 30 años hasta que John Brockman la revivió, con una nueva visión y otro significado (“La Tercera Cultura”; 1993). Hoy el debate es intenso, polémico y -gracias al Internet- planetario.

Los seguidores de esta tercera cultura vienen de todas las áreas del conocimiento: filósofos, biólogos, psicólogos, antropólogos, físicos, químicos, matemáticos, lingüistas, etcétera. Coinciden en una propuesta holística que valora la incertidumbre, la evolución y el caos; caminan sobre las cuerdas de lo inmensamente pequeño y tienen como horizonte el filo del universo conocido.

Y, a mitad del camino de estos extremos los pensadores de esta vía científica e intelectual debaten sobre la neurociencia y el problema de la conciencia; la Tierra como ser viviente y el calentamiento global; y, las ideas neodarwinianas, con los genes como propagadores biológicos y los memes como propagadores culturales.

¿Qué tan seria es esta tercera cultura?, ¿es una moda o una tendencia de pensamiento? La respuesta es evidente: en el mundo universitario estas ideas están germinando a gran velocidad.

El tema es pasión académica: La profesora Gloria Origgi publicó en Italia un ensayo acerca de “¿Quién le teme a la tercera cultura?” (2/26/06); mientras en Harvard, cinco profesores, debatieron acerca de la conciencia del individuo, los genes, la existencia del electrón, etcétera; y al hacerlo electrizaron un auditorio en la Escuela de Postgrados en Educación (4/12/06).

Opiniones de 119 pensadores acerca de la pregunta: ¿Cuál es tu idea peligrosa?, circularon el planeta desde los primeros días de enero de 2006 a través de http://www.edge.com/ y de cientos de periódicos y revistas.

“Página/12” publicó en Buenos Aires “En la caverna de las ideas científicas”, un exquisito artículo en el que se citan 10 de las 119 ideas peligrosas (9/4/06). Su autor, Federico Kukso, nos recuerda que “los 119 ensayos esbozan un mapa intelectual, multidisciplinario, que ilumina, asombra y al mismo tiempo confunde, pero que sobre todo nos indica donde estamos parados. Y donde, tal vez, estaremos mañana”

La ciencia, la religión y el amor no se escapan del pozo de ideas fecundas de la tercera cultura. Disfrútelas:

Martin Rees, astrofísico de la Universidad de Cambridge, cree que posiblemente “la ciencia está fuera de control”. Afirma que “Ninguna generación ha sido tan influenciada por la ciencia como lo ha sido la nuestra: la ciencia ofrece un potencial inmenso –especialmente para el mundo en vías de desarrollo-, pero podría traer desventajas catastróficas.”

Paul Bloom, psicólogo de la Universidad de Yale, le da a la vida mental una base puramente material: “No hay almas, si lo que llaman alma es algo inmaterial e inmortal, algo que existe independiente del cerebro, entonces las almas no existen.”

Pero Jesse Bering, psicólogo de la Universidad de Arkansas, afirma que “la ciencia nunca silenciará a Dios”. “Nunca llegará el día en que Dios no susurre en los oídos más ateos. El continuará aullando su descontento hasta el fin de los tiempos.”

David Buss, psicólogo de la Universidad de Texas en Austin, señala que después de haber explorado las dimensiones oscuras del aparejamiento humano, ha permanecido inmutable ante su firme creencia en “el amor verdadero”.

Pero, ¡Cuidado! Los memes de la ciencia, la religión y el amor son combustible puro para encender debates a perpetuidad.

lunes, junio 26, 2006

¿Tendrán o no repercusiones los avances de las “nuevas izquierdas” en Honduras?

Por Armando Euceda



Agradecimiento

Agradezco la invitación que me han hecho, desde la Fundación Friedrich Ebert Stiftung, los organizadores de esta actividad de reflexión y pensamiento crítico alrededor de los desafíos actuales del desarrollo y la democracia en América Latina. Valoro la importancia de enfocar el contexto de estas ideas en consonancia con la realidad de nuestro país. Aprovecho, además, para externar la satisfacción que sentí al recibir la invitación de compartir esta mesa de diálogo con el diputado César Ham, líder y presidente del Partido Unificación Democrática, organización política joven que está contenida en el tejido del discurso político que es tema central de análisis esta tarde. Igual satisfacción tengo al compartir puntos de vista con Gladis Lanza en su condición de coordinadora de una organización que, a la par de honrar el nombre de Visitación Padilla, sostiene continuamente una agenda sumergida en la equidad. Similar satisfacción siento al agradecerles a todos ustedes la oportunidad que nos brindan para intercambiar puntos de vista en el análisis de esta “utopía revivida” que, un 1 de enero de 1994, lanzaron los zapatistas de Chiapas y que al expandirse por el continente ha sido bautizada como la “nueva izquierda”.[1]


Introducción… y contexto

Soy físico de formación y profesor universitario de profesión así que de entrada les confieso que no me voy a sentir incómodo si no coincidimos en definiciones, conceptos y enfoques. De hecho, eso es lo que he encontrado con frecuencia cuando leo o converso acerca de estas “nuevas izquierdas”, y, como profesor universitario en el campo de las ciencias naturales –que alimenta sus inquietudes en los temas sociales con las consultas de los trabajos que los expertos del campo de las ciencias políticas y sociales realizan- , así como ciudadano comprometido en la construcción de un nuevo tipo de ciudadanía, reconozco que en el país se vive a diario en medio de múltiples escenarios de incertidumbre. A primera vista el escenario parece un laberinto pero para facilitar la presentación de las ideas que compartiré con ustedes esta tarde, estando en el mes en que se celebra el 20 aniversario de la muerte de Jorge Luís Borges, me es cómodo pedirle a él prestada una de las palabras que siempre lo persiguió: bifurcaciones.

El reino de las bifurcaciones es y siempre ha sido una invitación a pensar o transitar simultáneamente por múltiples avenidas. En cada bifurcación, un alto obligado y un manantial para la incertidumbre. Aunque infinitas en número, las bifurcaciones y su imperio se tejen con implacable respeto a sus condiciones de origen. Las hay en la política, la literatura, la ciencia, la historia, la pintura o en la religión. Y dan origen a la interpretación de múltiples mundos.

Pongamos por ejemplo una muy triste para la humanidad. Me refiero a aquella bifurcación de vida y muerte ocurrida en donde hoy es Irak. Paradoja triste que narra que al cierre del siglo XX la parte más obscura del cerebro triuno –evolucionado desde el reptil, el mamífero y el humano- utilizó la milimétrica precisión del rayo láser para guiar las bombas que destruyeron, quizá, el mismo metro cuadrado en el que el hombre, hace 10 mil años, al inventar la agricultura y cultivar la tierra por primera vez, bifurcó la historia.

Trabajar con el concepto de bifurcación[2] permite ser más precavido y ayuda a alejarse de la tentación de aceptar un comportamiento lineal y fatalista de la historia. Ya Francis Fukuyama se enredó en este recetario al anunciar al neoliberalismo como el punto de llegada de la historia de la humanidad. La “nueva izquierda” en América Latina parece refutar esta afirmación. Igual fracaso parece haber sufrido Jorge Castañeda al pretender desarmar la utopía describiendo a nuestra América Latina como el camposanto del socialismo y la tierra santa tanto de la democracia representativa como de la economía de libre mercado. Nuevamente, la “nueva izquierda” parece germinar a pesar de lo profetizado por el politólogo mexicano (algo que sus críticos consideran una falsificación de la historia latinoamericana y la de la izquierda). A Castañeda -le recuerda Beatriz Stolowicz[3]- le acompaña la razón cuando afirma que el neoliberalismo triunfó. “No fracasó: llevó a cabo todos sus objetivos, con trágico éxito. Transformó todas las relaciones sociales y de poder a favor del capital, es una contrarrevolución capitalista neocolonial radical. Lleva a cabo la mayor expropiación de riqueza, mediante la sobreexplotación del trabajo formal e informal usando intensamente al Estado para transferir ingresos de las mayorías a la minoría…, y de todos estos pobres nacionales al capital transnacional; y saqueando territorios y recursos naturales.”).

Ante estos extremos, una nueva bifurcación pone a la nueva izquierda ante la disyuntiva de ofrecer una propuesta posneoliberal creíble; que no sea la construcción de una democracia partida por la mitad y con una mitad mejor que la otra, sino una propuesta basada en la construcción de una democracia política y social cuyos alcances sobrepasen, por un lado, el fatalismo determinista tanto de la vieja izquierda como de la derecha y, por otro, el populismo sin sustento que al volverse sectario se ciega ante la realidad que impone la estructura económica, separa a la sociedad en “aquellos” y “nosotros” y termina burlándose de la esperanza de la gente. Es en este contexto que debemos estudiar la respuesta a la pregunta que se ha planteado en esta mesa permanente de diálogo político progresista.


Pero… ¿A cuáles “nuevas izquierdas” nos referimos?

En este punto tampoco hay claridad. Recién en este mes de junio de 2006 ha circulado un artículo de prensa de Jorge Castañeda[4] ubicando a los gobiernos actuales de Venezuela, Argentina, Bolivia, Perú y al candidato López Obrador en México, en lo que el llama la “izquierda no estructurada” y de gran tradición populista: “la izquierda equivocada”. La izquierda de los gobiernos revanchistas. En contraste –afirma- los gobiernos de Lula da Silva en Brasil, Michelle Bachelet en Chile y Tabaré Vásquez en Uruguay, son ejemplos de la izquierda modernizadora, la izquierda correcta. Las verdaderas “nuevas izquierdas”, agregaríamos. Álvaro Vargas Llosa también refleja acercase a esta visión.

No es este el mismo criterio que se sostiene desde “El diálogo de Madison” acerca de la nueva izquierda latinoamericana, posición que ha desembocado en el libro compilado por César Rodríguez, Patrick Barrett y Daniel Chávez[5]. Aquí las preguntas guías tienen otro fondo que va desde la identificación de los factores que han dado origen a este resurgimiento de las izquierdas, pasando por el establecimiento de la diferencia entre el populismo y la nueva izquierda, identificando los obstáculos, hasta llegar a la pregunta central –desde mi punto de vista- relativa a la visión de la democracia.

Igual de distante es el criterio que James Petras ha externado a raíz de las victorias recientes de Uribe en Colombia y Alan García en Perú, al justificar que “los resultados electorales siempre van por detrás de las luchas sociales”[6]. Para Petras, en Colombia es valioso el salto de 2 ó 3 por ciento a 22 por ciento que ha dado la izquierda electoral; y en Perú es valioso el voto que recibió Ollanta Humala entre grupos que no son precisamente la clase media y la burguesía. Afirma además que el gobierno de Lula da Silva en Brasil se derechizó: “La traición de Lula, el abrazo a la derecha y los banqueros, ha tenido un efecto grande, desmovilizando y desmoralizando a millones de pobres”.

En medio de esta dualidad están otros criterios como el de el ex-presidente uruguayo José María Sanguinetti que recién en marzo de 2006, en un artículo de opinión publicado en el Tiempo de Bogotá, cuestiona si realmente existe una “ola de izquierda” en América Latina: “De lo que resulta –afirma Sanguinetti- que más que un viraje del hemisferio hacia la izquierda estamos viviendo un trabajoso, contradictorio y resignado desplazamiento de la izquierda hacia el centro.”

Más allá de mi confusión confesa, debo señalar que no es precisamente claro a qué izquierda debemos valorar para contestar esta pregunta y, mientras nos decidimos, es bueno recordar que en Guatemala, El Salvador y en Nicaragua hay también un escenario lleno de sorpresas y paradojas que no pueden ignorarse al tratar de entender las nuevas izquierdas y su papel en las transiciones específicas de nuestras sociedades. Recordar que como parte de la dinámica política que mueve el eje de la historia reciente centroamericana, la región construye el tejido social que le permita la “transición desde lo autoritario” hacia una verdadera democracia política que desemboque en la estructuración institucional de una democracia social.[7]


Repercusiones de estas nuevas izquierdas en Honduras

¿Qué significado tiene esta nueva izquierda para el escenario político nacional?, ¿tiene en realidad nuestro espectro político organizaciones que se ubiquen en la “nueva izquierda”? Si existen, ¿qué ofrecen como alternativa al neoliberalismo económico?, ¿cómo piensan profundizar la democracia?, ¿quiénes son sus principales actores? Es decir cuales son los movimientos sociales y partidos que le dan sustento. Y, desde el ejercicio real del poder, ¿cuál es su influencia o ejercicio del poder en los gobiernos locales o nacionales?[8]

¿Qué caracteriza a esta nueva izquierda latinoamericana? Publicaciones recientes[9], basadas en estudios de caso, identifican una lista (no exhaustiva) de cinco características que se contrastan con la izquierda histórica:

Pluralidad de estrategias y articulación de formas organizativas descentralizadas.
Multiplicidad de bases sociales y agendas políticas.
Relieve de la sociedad civil.
Reformismo.
Profundización de la democracia.

Usando como referencia estos criterios, cada uno de los asistentes a esta mesa de diálogo puede reflexionar sobre la realidad política de nuestro país y sacar sus propias conclusiones acerca de la existencia o no de una nueva izquierda en Honduras.

Volvamos al siglo XX. Los historiadores nos recuerdan que una gran bifurcación acaecida a principios de siglo caracterizó el poder político en el país a lo largo de ese siglo; el poder ha sido ejercido por los partidos liberal y nacional; de hecho sigue siendo en América Latina el bipartidismo sobreviviente más fuerte y así lo confirman las cifras de las últimas elecciones. Por otro lado, la vieja izquierda nacional se bifurcó en medio de la guerra fría pero esta ruptura no condujo al poder a ningún grupo del espectro de la izquierda; es de ustedes conocido los resultados de este proceso. La disputa importada subordinó al conocimiento del conocimiento de nuestra propia realidad como necesidad primaria de reducción del riesgo al error y a la ilusión. Mientras esto ocurría la transición hacia la democracia emergió, los obstáculos autoritarios que parecían inmóviles, comenzaron a moverse, se eliminó el servicio militar, se lograron avances institucionales en materia de protección de derechos humanos y, paulatinamente, la autonomía militar fue perdiendo fuerza.[10] Sin embargo, la UD, el partido más joven de nuestro escenario político recogió desde su nacimiento estas diferencias y, a pesar de sus claros avances, no parece poder alejarse en forma definitiva del desenlace de esa vieja izquierda. Queda pendiente que los historiadores y los especialistas de las ciencias políticas nos aporten los resultados de las investigaciones que realicen en esta temática.

Pero antes de continuar esta reflexión debo con claridad afirmar que –desde mi punto de vista- sí ha nacido una “nueva izquierda” en el país. Además, es evidente que esta izquierda, al reconocer la realidad política que representan los procesos electorales, al inscribir un partido, ha iniciado un perceptible desplazo hacia el centro. Pareciera que el centro se está moviendo hacia la izquierda mientras la nueva izquierda se esta moviendo hacia el centro alejándose de las visiones radicales que caracterizaron las décadas de la guerra fría. Ya no son los escenarios previstos desde la internacional socialista de los que se habla, sino los resultados pragmáticos que están conduciendo al poder en Chile, Bolivia, Brasil o Venezuela, para citar ejemplos; o las estrategias que reiteradamente conducen al fracaso electoral en Nicaragua o que tensan el poder en El Salvador. O los que hoy en día sumergen en la incertidumbre los posibles resultados en México; ya no se gasta tanta energía denunciando al imperialismo sino al neoliberalismo y su fracaso. Ya no se tiene, al menos visiblemente, la verticalidad de un partido y su comisión política, sino las visiones, enfoques y acciones, de diversos actores que incluyen desde la izquierda tradicional –reflejada en la participación de muchos sindicatos que el programa neoliberal ha debilitado- hasta una innumerable cantidad de organización que caen en el espectro del tercer sector, incluido aquí lo que llamamos sociedad civil. En conclusión, sí está teniendo repercusiones en nuestro país los avances de las “nuevas izquierdas” en América Latina, pero estas repercusiones aun no se traducen sustantivamente en cuotas electorales que reflejen un posible acceso al poder, justificándose quizás, en la visión ya citada de Petras, al considerar que “los resultados electorales siempre van por detrás de las luchas sociales”.


¿Qué ofrecer como alternativa al neoliberalismo económico?

Una pregunta sustantiva para poder responder si hay o no una nueva alternativa política a la ofrecida desde el nuevo centro hasta la derecha, requiere que la nueva izquierda hondureña enuncie y promueva en términos operativos –claros y creíbles- cómo, en el marco de los derechos constitucionales, nuestra sociedad acelerará su desarrollo democrático y maximizará las oportunidades de los grupos más postergados para poder salir del estado de pobreza en que actualmente viven. Si bien las organizaciones políticas de la nueva izquierda tienen sus plataformas programáticas, la ciudadanía electoral, que en muy joven, no parece aceptar este mensaje. Esto invita a preguntar qué hace la nueva izquierda hondureña para promover la construcción de ese nuevo tipo de ciudadanía local y a su vez planetaria, centrada en la educación de la condición humana y la enseñanza de la comprensión; capaz de valorar desde un pensamiento crítico que el error y la ilusión son fuentes intrínsecas de la ceguera del conocimiento científico, social o político y que, en consecuencia, es razonable valorar un discurso político alterno al tradicional. A esto hay que agregar que no basta con enseñar la condición humana si no se entrelaza políticamente con la necesidad de enseñar la identidad terrenal y de enfrentar las incertidumbres como claramente lo plantea Edgar Morin desde un paradigma emergente.[11]

Para terminar, volvamos a escudarnos en el reino incierto de las bifurcaciones y de su reinado gemelo: las incertidumbres. Ya Edelberto Torres-Rivas al analizar los desafíos del desarrollo democrático en la región centroamericana[12] alertó ante el surgimiento de “resultados no previstos que tienen que ser situados como parte del desarrollo democrático”. Identificó, además, en el reino de las bifurcaciones, escenarios posibles de la transición desde el autoritarismo, “conjeturas” que podrían ser frutos de los nuevos aprendizajes que nuestros pueblos están logrando en materia electoral. Resultados que al ser sistematizados- explica Torres-Rivas- sugieren (bifurcan, afirmaríamos) tres resultados probables: Un escenario pesimista que nos regrese a las dictaduras militares; un esfuerzo democrático que se pasme[13], que se congele; o, la construcción de una estructura política que no complete su llegada, que no logre terminar la construcción de ese “Puente interminable hacia la eternidad, para que pasen uno por uno los hombres olvidados de la Tierra” de que nos habla Roberto Sosa en uno de sus poemas.

Qué decir de la gran bifurcación que cuelga en sus cuernos el azar y la causalidad. Ya desde el siglo V antes de Cristo, en Grecia, Epicuro alertaba: “En cuanto al destino, que algunos ven como el amo de todo, el sabio se mofa. En efecto más vale aceptar el mito de los dioses que someterse al destino de los físicos.”. Bifurcación ésta que ha perseguido a la humanidad y que 25 siglos después de Epicuro, llegó a su clímax cuando en 1926, Werner Heisenberg, un joven físico alemán de 25 años de edad, aclaró las reglas del juego al enunciar su principio de incertidumbre que prohibió para siempre que en los viajes fantásticos al interior de los átomos, se soñara con atrapar a la materia, conociendo con infinita precisión simultanea, su velocidad y posición. Igual de fantástico es el viaje al mundo de lo político e igual de incierto porque sabido es que la nueva izquierda en nuestro país ha iniciado un viaje pero es fundamental que con prontitud descubra y tome en consideración que –como lo expresa Morin- “Es necesario aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certeza.”


Muchas gracias.

Tegucigalpa, 22 de junio de 2006


[1] Rodríguez Garavito, César y Barrett, Patrick (2005). ¿La utopía revivida? Introducción al estudio de la nueva izquierda latinoamericana.
[2] En el sentido que se maneja en la Teoría del Caos.
[3] Stolowicz, Beatriz. Presentación del libro La nueva izquierda latinoamericana de C. Rodríguez, P. Barrett y D. Chávez en el Foro Social Mundial, Caracas, 28 de enero de 2006.
[4] Castañeda, Jorge. La vieja izquierda frente a la nueva izquierda en América Latina (2006)
[5] Rodríguez, César, Patrick Barrett y Daniel Chávez (compiladores). La nueva izquierda en América Latina, sus orígenes y trayectoria futura. (2005). Un análisis muy crítico –con reconocimientos y recriminaciones- del contenido desarrollado en este libro se encuentra en la presentación que de este libro hiciera Beatriz Stolowicz y que cité anteriormente.
[6] Petras, James. Entrevista para Radio Centenario. 6 de junio de 2006.
[7] Torres-Rivas, Edelberto (1996). Los desafíos del Desarrollo Democrático en Centroamérica. Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 22(1): 7-40,1996. En este trabajo –de fácil comprensión para los que no somos expertos o profesionales en las ciencias sociales- se desarrolla un detallado y elaborado análisis de la transición desde los gobiernos dictatoriales hacia las democracias en los países centroamericanos.
[8] Rodríguez Garavito, César y Barrett, Patrick (2005). ¿La utopía revivida? Introducción al estudio de la nueva izquierda latinoamericana.
[9] Rodríguez, César, Patrick Barrett y Daniel Chávez (compiladores). La nueva izquierda en América Latina, sus orígenes y trayectoria futura. (2005).
[10] Leticia Salomón hizo una descripción muy clara y concisa del escenario de esta transición en “Honduras, los retos de la democracia” en Nueva Sociedad, No. 141, Enero – Febrero 1996, pp. 10-14.
[11] Morin, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. 1999.
[12] Torres-Rivas, Edelberto (1996). Los desafíos del Desarrollo Democrático en Centroamérica. Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 22(1): 7-40,1996.
[13] “Democracia pasmada, democracia tullida” diríamos coloquialmente aquí en Honduras.

miércoles, junio 14, 2006

Tiempos de bits

Hace 40 mil años, en lo que hoy es Checoslovaquia, la humanidad hizo registros numéricos en la mandíbula de un lobo; posteriormente -8,500 años antes de Jesucristo- en un pedazo de hueso, se registraron 4 números primos. Y así, pasando por el ábaco, de registro en registro, en tránsito por la ruta que traza el sistema binario de numeración, con la ayuda de las tarjetas perforadas de Lady Ada, viajando temporalmente en la máquina de Turing, hemos llegado hasta las bases de datos que hoy en día almacenan en la cabeza de un alfiler, bit a bit, la información contenida en la enciclopedia británica completa.

Una nueva y poderosa era digital se apodera de todas las sociedades del siglo en que vivimos. Desenhebra los hilos de cobre que un día maravillaron los albores del siglo XX y, en su lugar, auxiliada por una telaraña global de fibra óptica, que crece a un ritmo impresionante, teje la existencia de una piel global de comunicaciones; un número casi infinito de nodos que, como fuentes de hilos imaginarios, está haciendo prisionero al planeta. Es la era digital que se ubica en la proa de la edad del hierro planetaria en la que -a juicio del pensador francés Edgar Morin- actualmente vivimos.

Plataforma tecnológica, Gigabits-por-segundo, comercio electrónico, WeMedia, Blogs, gobierno electrónico, ipod, universidad virtual, ancho de banda, periódico digital, .com, .org, .edu, etcétera, son los nuevos nombres de lo que en la era digital es lo cotidiano.

En 1947, el transistor, dispositivo que a lo largo de la historia llegaría a ser el más importante invento del siglo XX, tenía el tamaño del puño humano; hoy en día un procesador Pentium, de tamaño comparable con su dedo pulgar, puede albergar 100 millones de transistores.

Hace aproximadamente dos décadas, el Internet era apenas una curiosidad. En los laboratorios mejor equipados de las principales universidades del mundo se utilizaban módems que trasmitían a la impresionante velocidad de ¡300 bits-por-segundo! Hoy en día, en su hogar u oficina puede recibir señales transmitidas en el rango de ¡10 a 100 millones de bits-por-segundo!

Y esto es solo el comienzo. “Cables de fibra óptica son actualmente instalados en todo el mundo a la impresionante razón de más de tres mil millas-por-hora” (Duderstadt y Womack; 2003). Además, a la vuelta de la esquina nos esperan los nuevos hallazgos en óptica y computación cuántica que prometen dejar en los albores de la era digital los avances hasta hoy conocidos.
Quizás conviene alarmarnos un poco citando la idea peligrosa que a principios de este año enunciara el neurocientífico computacional Terrence Sejnowski: “Me pregunto, ¿cuánto se parece el poder computacional de Internet al del córtex cerebral, la parte más interconectada de nuestro cerebro? En estos momentos Internet y nuestra capacidad de buscar en ella están en el rango de almacenaje y capacidad de comunicaciones del cerebro humano, y se presume que lo sobrepasará en el 2015.”
Pero cuidado, no agotemos nuestras sorpresas. Quizá estamos viviendo la prehistoria de la información y los bits son solo heraldos del reino de los qbits, especie de danza o entrelazado entre el 0 y el 1 que, a la espera de la evolución de la computación cuántica, prometen dejar sin aliento a nuestro vanidoso mundo digital.
A la más veloz de las supercomputadoras actuales, atrapadas en la danza de los bits, le tomaría unos 10 millones de años poder, digamos, factorizar un número binario de 256-bit; esta misma operación le tomará a una “computadora cuántica”, bailarina de los qbits, apenas unos 10 segundos. Si esto es posible, el enigma de la criptografía será un juego de niños y la expresión “tele-transpórtanos Scotty” dejará de vivir en el mundo de la ciencia ficción. Que esto sea viable, no lo sé. Quizás nuestros nietos conocerán la respuesta. Quizás no.
Bifurcaciones

domingo, mayo 28, 2006

Laberinto

Por Armando Euceda
aeunah@yahoo.com

¡Qué siglo XX el que desperdiciamos los hondureños! Y la fiesta salvaje sigue en lo que va de este siglo. Crecimos exponencialmente. No en la economía o en el progreso científico y tecnológico. Tampoco en educar la condición humana o en el cultivo de la ciudadanía planetaria. No. Lo que creció fue la inequidad, la pobreza y la indigencia. Unos pocos se apropiaron del país, disfrutan de una vida mejor y se insensibilizaron ante la pobreza que sufre la mayoría. No es extremismo o fatalismo, es, simplemente, reflejo objetivo de todos los ángulos de la realidad nacional.

Pareciera que la conciencia nacional está sin pulso atrapada en un laberinto borgiano. La transfusión económica, que nos llega como lágrima de desarraigo de nuestros hermanos emigrantes, es sangrada hasta la anemia en la intermediación bancaria. La vida se esfuma en los hospitales sin medicinas y para los analfabetos las escuelas son solo cementerios de la esperanza. Cuando el rostro de la nación se ve en el espejo de la verdad, la pobreza irradia sin piedad a la mayoría y un pequeño grupo de desalmados se mutan para resistir el reclamo que les hará la historia.

La lógica perdió su lógica. Crece la economía y crece el número de pobres e indigentes. Crecen los centros comerciales y crece el desempleo juvenil. Crece la democracia y crece la sinrazón en el combate a la pobreza. Crece la libertad de expresión y a su vez el silencio de lo vital.

Las noticias muestran que cada día está lleno de escaramuzas en los autobuses del transporte público, en los mercados, en las calles que abarrotan los vendedores ambulantes, en el poblado que sufre la presencia de la explotación de la mina al aire libre, en fin, en lo que antes era cotidiano y placentero, hoy se batalla para sobrevivir. No es fatalismo, ni elogio a esta cruel estrategia darwinista, es que el suelo patrio se está continuamente sembrando de desesperanza. Y en el laberinto el país se pierde. Y el peligro crece.

A pesar que mi generación y sus líderes está más informada y presume de ser más sabia, todo parece indicar que se enamoró del progreso decadente y está resignada a claudicar sin pudor y aceptar sin pena que: la batalla de ciudad Mateo está perdida; el bosque, bosque fue; la contaminación en las ciudades se quedó en todos nuestros vecindarios; los recursos hídricos abundantes se van al mar sin que sepamos para que sirven. En fin, hace tiempo dejó de doler que de nuestra tierra solo emanen ríos de leche y miel para unos pocos.

Pero no basta con enunciar que el país será inviable porque está atrapado en un laberinto perfecto. Mucho podemos y debemos hacer. Los problemas ambientales no se resolverán con despojos de la producción y el consumo, si esto conlleva la sobreexplotación de la biosfera, si se daña sin reparo el ecosistema. Denunciar una y otra vez esta sinrazón no es mala poesía, ni metáfora que empalague. Es, insisto, sobrevivencia nacional. El beneficio a la calidad de vida no es tal si su precio es hacer un fango allí donde camina el ciclo que regenera la biosfera que hace palpitar al planeta. ¿Tan complejo es esto?

Todos tenemos la obligación de hacer un alto y, responsablemente, comenzar a desactivar esta bomba de muerte, este proceso salvaje de destrucción de la vida. Allí donde nuestro bosque muere, salvarlo. Allí donde las fuentes de agua se están contaminando, limpiarlas. Quebrar la mandíbula, allí donde las fauces de la explotación salvaje se tragan la salud de los pobres. En fin, todos podemos y debemos hacer algo hoy, porque el país se pierde.

Si de la geografía nuestra, bella y bendita, ha de emanar leche y miel, será para todos. Si democracia hemos de tener, será para la prosperidad de todos. Solo así, creciendo en comunión, solidarios, amando y respetando toda forma de vida, podremos lograr que el país se salve y que en la asamblea de acontecimientos de las generaciones futuras, se nos aplauda y admire como una generación responsable.